Tras algunos sucesos que he vivido a lo largo de mi vida, sumados a situaciones que me han ido comentando otras personas, hoy me veo casi obligada a escribir sobre este tema.
Me he dado cuenta, de que hay muchas veces, en que nos vemos obligados a hacer cosas que no nos apetecen, simplemente porque es lo que se espera de nosotros. Esto puede llevarnos a cometer muchos errores y a entrar en un círculo vicioso que nos puede llevar al abismo más profundo si no lo sabemos controlar.
Todo empieza en nuestra infancia, cuando intentamos contentar a nuestros padres con cada uno de nuestros actos, empezamos a andar porque ellos son felices cuando lo hacemos, y aunque nos caigamos y nos hagamos daño, sintamos miedo a volverlo a intentar, lo volvemos a hacer porque ellos nos lo piden.
Más tarde, cuando empezamos a relacionarnos socialmente, intentamos hacer las cosas que más gustan a nuestros amigos, primos o hermanos mayores, por el simple hecho de que queremos ser aceptados por ellos.
La cosa se empieza a complicar cuando llegamos a la adolescencia, donde podemos optar por varios caminos, pero en cualquiera de ellos que escojamos, nuestro comportamiento siempre va a estar guiado por el afán de impresionar a otras personas, hacer lo que otros quieren que hagamos, ya sean nuestros padres, profesores, amigos, personas del sexo opuesto... nos volvemos más rebeldes, pero sólo en apariencia, en realidad es la época de nuestra vida en la que somos más influenciables, con la única diferencia, de que las personas en las que basamos nuestro comportamiento, suelen cambiar, ya no intentamos impresionar a nuestros padres o familiares, sino que nos interesa más nuestro grupo de amigos, sobre todo los del sexo opuesto.
Hasta este punto, todo parece normal y entra dentro del desarrollo normal de todo ser humano, el problema nos lo encontramos, cuando a nuestra edad adulta, todavía seguimos actuando como los demás quieren que lo hagamos.
Cuando nuestras amistades nos exigen un determinado comportamiento por el simple hecho de ser amigos, como por ejemplo que quedemos con ellos habitualmente, o que mantengamos un contacto obligatorio, que acudamos a determinados eventos, etc...
Cuando nuestra familia demanda la mayoría de nuestra atención, cuando se nos exige un comportamiento determinado, y ya no sólo nuestro, sino que esto suele ser extensible al resto de miembros de la familia formada posteriormente (pareja, hijos, etc) que puede estar o no de acuerdo con esas normas impuestas.
Cuando nos llegamos a sentir mal porque no tenemos cierto status social, porque nos hemos quedado desempleados, y pensamos antes en lo que vamos a decepcionar a los demás, que en cómo va a ser nuestra vida...
Entonces hemos generado un problema con nuestro comportamiento complaciente para con los demás. Llega un punto en que la gente está tan acostumbrada a que hagas lo que ellos esperan de tí, que se convierte en una obligación y si en un momento dado fallas en cualquier pequeño detalle, se va a considerar como un daño irreparable.
Entonces es el momento de pararte a pensar... ¿Dónde está el fallo? Es una buena pregunta para reflexionar sobre el tema... ¿Crees que es un fallo de los demás? ¿O es una consecuencia de tus propios actos? ¿Cómo crees que podrías atajar este problema?
Estaré encantada de recibir vuestras conclusiones, yo ya encontré las mías...
Es un tema que da para mucho. Yo lo que he observado últimamente es que esta faceta de 'agradar' a los demás o lograr su aceptación se puede dar 'además' de tu propio convencimiento. Es decir, no somos siempre lineales, y no todo es blanco/negro, así que yo he ido comprobando cómo ante la misma realidad (una crisis de pareja, un problema laboral...) abordamos a veces el asunto teniendo dos tipos de enfoques a la vez: por un lado analizamos cómo nos afecta, qué queremos, cómo nos sentimos (sería la parte más 'auténtica' de la situación, nuestro 'yo' más puro) pero a la vez generamos una serie de sentimientos que se mezclan y cuyo origen es nuestra proyección exterior. Sobrevienen sentimientos de fracaso, de soledad, de no haber encajado... Y esos sentimientos son individuales y muy personales, pero están basados en nuestra necesidad de conectar y ser aceptados.
ResponderEliminarPara mí lo más difícil es saber identificar y aislar esas dos facetas: qué parte de mis emociones son puramente mías, libres, y surgen de mi convicción personal o anímica, y qué otra parte de mis emociones están generadas por esa necesidad de aprobación social.
Creo que esto conecta muy bien con otro de tus artículos en el que mencionabas que a veces en una crisis necesitamos alejarnos del 'ruido' y estar concentrados en nosotros mismos, como una forma de renovarse y poder reconstruirse. Tal vez en momentos de incertidumbre y cambios es peligroso sentir esta presión externa demasiado cerca. Nos obliga a saltarnos etapas de reflexión porque parece que se nos exigen resultados inmediatos, y el medio plazo no existe cuando se trata de dar gusto a los demás.
Y todo esto, además, conectando con el tema del éxito/fracaso, que es una lectura de la vida que estamos importando de ciertos productos culturales y que crea un ámbito muy propicio para que estos sentimientos y presiones se refuercen.
(vaya, sí que es interesante el tema que has sacado!!)
besos
http://codigo-xy.blogspot.com/
Seguramente la respuesta sea que no hay fallo. Cada uno elige como vivir su vida. Muchas veces condicionados por lo que los demás esperán de nosotros, pero al final somos nosotros quienes decidimos como actuar en cada momento. Parapetarnos en que los demás condicionan nuestros actos quizás sea la manera más sencilla de justificarlos, en ocasiones por nuestra cobardía a tomar decisiones importantes, y enfrentarnos a nuestros propios miedos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el post.
Un saludo.