jueves, 14 de julio de 2011

¿A donde nos lleva el rencor?

Tenemos una creencia generalizada sobre lo importante que es el orgullo para hacernos respetar en la sociedad. Ligado a éste, vienen otras consecuencias como por ejemplo el rencor.

¿Y cómo podríamos definir el rencor? Es un profundo resentimiento que se incuba como una enfermedad. el rencoroso se aferra a ese sentimiento de manera obstinada y obsesiva, lo cual puede llegar a provocar debilidad en su salud mental. Según el diccionario, es un sentimiento arraigado y persistente. Y en términos más coloquiales, yo lo definiría como esa mala sensación que sentimos al hablar de algo o de alguien que en el pasado nos pudo causar algún daño.

Hace poco, en un curso sobre actitud, explicaba a los asistentes que la actitud tiene tres componentes: el cognoscitivo, que nos permite conocer un objeto social, el emotivo, que nos hace sentir algo hacia ese objeto social y el conductual, que es el que hace que nos comportemos de una u otra manera ante el mismo.

Basándonos en esta teoría, personalmente considero que el rencor puede resultar bastante absurdo. Y para llegar a esta conclusión sólo hay que hacerse unas preguntas que nos pueden servir para esta y otras situaciones:

¿Cómo me hace sentir? y sobre todo ¿Qué me aporta esta situación?. Poca gente (por no decir nadie) sería capaz de contestar algo positivo a estas dos preguntas... entonces no me queda más remedio que lanzar una tercera pregunta... ¿Y por qué me decanto por la opción del rencor? supongo que la respuesta a esta pregunta nos lleva al mismo punto de partida, es una cuestión de orgullo o dignidad, o como hayamos preferido llamarlo, pero todos sabemos de qué se trata.

Sólo me gustaría que hiciésemos una reflexión al respecto, que por defecto profesional la basaré en una pregunta ¿qué gano siendo tan orgulloso? quizás que me respeten, o que me tengan en consideración, incluso que la gente pueda llegar a tener miedo a mis reacciones debido a mi carácter altivo... puede ser...

Pero la siguiente pregunta seguramente no nos la hayamos planteado nunca... ¿Y qué pierdo siendo tan orgulloso? A simple vista nos cuesta ver las cosas que hemos podido llegar a perder a lo largo de toda nuestra vida, pero si nos sentamos delante de un papel en blanco con un bolígrafo en la mano, puede que lleguemos a una conclusión que no nos guste. Si lo pensamos bien, por nuestro orgullo hemos perdido amistades, oportunidades de pasarlo bien y disfrutar, incluso puede que alguna pareja, quizás nuestra relación con algún familiar se ha visto perjudicada por esto mismo... y mi pregunta final es... ¿Merece la pena?

Sentémonos, reflexionemos y saquemos conclusiones, espero que aprendamos a vivir sin tanto rencor.

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