Esta publicación la he visto en el "Espacio de Coaches Ontológicos", grupo del que soy miembro desde hace un tiempo, como es un grupo cerrado de Facebook, he decidido publicar el escrito en mi blog para que todos vosotros podáis disfrutarlo también. Espero que os haga pensar como me hizo pensar a mí...
Era una vez, una industria de calzado, que desarrolló un proyecto para exportar zapatos a la India. La Gerencia de la empresa envía a sus dos mejores consultores a puntos diferentes de la India para hacer las primeras observaciones del potencial de compra de aquel futuro mercado.
Después de algunos días de investigación, uno de los consultores envía el siguiente fax a la gerencia de la industria:
“Señores, cancelen el proyecto de exportación de zapatos para la India. Aquí nadie usa zapatos”.
Sin saber de ese fax, algunos días después, el segundo consultor manda el siguiente mensaje:
"Señores, tripliquen el proyecto de exportación de zapatos para la India. Aquí todavía nadie usa zapatos."
Como pueden apreciar, la misma situación era un tremendo obstáculo para uno de los consultores y una fantástica oportunidad para el otro consultor.
De la misma forma, todo en la vida puede ser visto de diferentes maneras y con enfoques distintos. La sabiduría popular nos traduce esta situación de la siguiente manera:
"Los tristes sienten que el viento gime; los alegres sienten que él nos canta”.
El mundo es como un espejo que devuelve a cada persona el reflejo de sus propios pensamientos.
lunes, 25 de julio de 2011
viernes, 22 de julio de 2011
Quemando etapas...
Hay momentos en la vida que invitan a la reflexión, normalmente es en esos momentos cuando la gente nos dice que nos ve raros o “de bajón”, y no necesariamente tenemos que estarlo, simplemente estamos reflexionando...
Habitualmente, ese tipo de períodos de reflexión nos ayudan a evolucionar, sin embargo, a veces es duro dejar atrás determinadas cosas para avanzar hacia una nueva meta.
¿Cómo se estructura nuestra evolución como seres humanos? Pues en cualquier faceta de la vida, nuestra evolución se estructura en varias etapas, ya sea a nivel profesional, personal, relacional, etc...
Empezamos siempre por etapas inferiores o más sencillas, y a medida que vamos adquiriendo experiencia y por consiguiente confianza en nosotros mismos y en lo que hacemos, vamos “quemando” esas etapas para embarcarnos en una nueva aventura que nos llevará hasta la siguiente etapa.
En esta evolución natural, a veces se hace duro ese cambio, ya que solemos acomodarnos en el lugar donde dominamos cualquier situación, pero personalmente, considero que es de cobardes quedarse estancado y negarse a avanzar por el hecho de “controlar la situación”.
Embarcarnos hacia cosas nuevas, donde hay que asumir riesgos siempre genera intranquilidad e inquietud, pero si no nos ponemos a ello va a ser difícil que avancemos en la vida (por no decir imposible). Hay que quitarse el miedo a lo desconocido.
Y si fracasamos... ¿qué es lo peor que nos puede pasar? Quizás que nos tengamos que volver a levantar, sacudirnos el polvo y volver a empezar.
Son los períodos de reflexión de los que hablaba antes donde hay que hacer una lista de pros y contras, analizar todo lo que puede ocurrir... y si nos daños que provocaría el fracaso no son irreparables... no debemos dudar en emprender la aventura de buscar nuevos caminos, quemar etapas e intentar avanzar hacia nuestro nuevo futuro.
Las vacaciones suelen ser un período muy propicio para plantearnos nuevos retos y proyectos, para planificar cómo será nuestro próximo ciclo a partir de septiembre, así como el final y principio del año, que también nos animan a emprender nuevos retos. En estas épocas es cuando se llenan los gimnasios, las academias de idiomas, los centros para dejar de fumar, consultas de coaching, etc...
Es muy importante la constancia en todo lo que emprendemos, ya que no sirve de nada empezar muy fuerte para dejar nuestro nuevo e ilusionante proyecto al cabo de unas semanas. Así que hay que analizar muy bien el por qué de todo lo que hacemos, debemos buscar una motivación suficientemente fuerte y si vemos que nuestra meta no es proporcionada, buscar una que se adapte a nuestras condiciones presentes. Esto no significa que no vayamos a llegar a la meta que nos habíamos propuesto, sólo que hay que ser realistas e ir marcándonos objetivos alcanzables en el presente para que progresivamente nos vayamos acercando a nuestra meta final. Mediante estos objetivos iremos “quemando” las etapas necesarias para conseguir llegar a donde nos habíamos propuesto inicialmente.
Dicho esto, cuando os llegue el momento de reflexionar, espero que lo hagáis de la manera que os vaya a ser más beneficiosa. No me queda más que deseados mucha suerte en vuestros nuevos proyectos...
Habitualmente, ese tipo de períodos de reflexión nos ayudan a evolucionar, sin embargo, a veces es duro dejar atrás determinadas cosas para avanzar hacia una nueva meta.
¿Cómo se estructura nuestra evolución como seres humanos? Pues en cualquier faceta de la vida, nuestra evolución se estructura en varias etapas, ya sea a nivel profesional, personal, relacional, etc...
Empezamos siempre por etapas inferiores o más sencillas, y a medida que vamos adquiriendo experiencia y por consiguiente confianza en nosotros mismos y en lo que hacemos, vamos “quemando” esas etapas para embarcarnos en una nueva aventura que nos llevará hasta la siguiente etapa.
En esta evolución natural, a veces se hace duro ese cambio, ya que solemos acomodarnos en el lugar donde dominamos cualquier situación, pero personalmente, considero que es de cobardes quedarse estancado y negarse a avanzar por el hecho de “controlar la situación”.
Embarcarnos hacia cosas nuevas, donde hay que asumir riesgos siempre genera intranquilidad e inquietud, pero si no nos ponemos a ello va a ser difícil que avancemos en la vida (por no decir imposible). Hay que quitarse el miedo a lo desconocido.
Y si fracasamos... ¿qué es lo peor que nos puede pasar? Quizás que nos tengamos que volver a levantar, sacudirnos el polvo y volver a empezar.
Son los períodos de reflexión de los que hablaba antes donde hay que hacer una lista de pros y contras, analizar todo lo que puede ocurrir... y si nos daños que provocaría el fracaso no son irreparables... no debemos dudar en emprender la aventura de buscar nuevos caminos, quemar etapas e intentar avanzar hacia nuestro nuevo futuro.
Las vacaciones suelen ser un período muy propicio para plantearnos nuevos retos y proyectos, para planificar cómo será nuestro próximo ciclo a partir de septiembre, así como el final y principio del año, que también nos animan a emprender nuevos retos. En estas épocas es cuando se llenan los gimnasios, las academias de idiomas, los centros para dejar de fumar, consultas de coaching, etc...
Es muy importante la constancia en todo lo que emprendemos, ya que no sirve de nada empezar muy fuerte para dejar nuestro nuevo e ilusionante proyecto al cabo de unas semanas. Así que hay que analizar muy bien el por qué de todo lo que hacemos, debemos buscar una motivación suficientemente fuerte y si vemos que nuestra meta no es proporcionada, buscar una que se adapte a nuestras condiciones presentes. Esto no significa que no vayamos a llegar a la meta que nos habíamos propuesto, sólo que hay que ser realistas e ir marcándonos objetivos alcanzables en el presente para que progresivamente nos vayamos acercando a nuestra meta final. Mediante estos objetivos iremos “quemando” las etapas necesarias para conseguir llegar a donde nos habíamos propuesto inicialmente.
Dicho esto, cuando os llegue el momento de reflexionar, espero que lo hagáis de la manera que os vaya a ser más beneficiosa. No me queda más que deseados mucha suerte en vuestros nuevos proyectos...
jueves, 14 de julio de 2011
¿A donde nos lleva el rencor?
Tenemos una creencia generalizada sobre lo importante que es el orgullo para hacernos respetar en la sociedad. Ligado a éste, vienen otras consecuencias como por ejemplo el rencor.
¿Y cómo podríamos definir el rencor? Es un profundo resentimiento que se incuba como una enfermedad. el rencoroso se aferra a ese sentimiento de manera obstinada y obsesiva, lo cual puede llegar a provocar debilidad en su salud mental. Según el diccionario, es un sentimiento arraigado y persistente. Y en términos más coloquiales, yo lo definiría como esa mala sensación que sentimos al hablar de algo o de alguien que en el pasado nos pudo causar algún daño.
Hace poco, en un curso sobre actitud, explicaba a los asistentes que la actitud tiene tres componentes: el cognoscitivo, que nos permite conocer un objeto social, el emotivo, que nos hace sentir algo hacia ese objeto social y el conductual, que es el que hace que nos comportemos de una u otra manera ante el mismo.
Basándonos en esta teoría, personalmente considero que el rencor puede resultar bastante absurdo. Y para llegar a esta conclusión sólo hay que hacerse unas preguntas que nos pueden servir para esta y otras situaciones:
¿Cómo me hace sentir? y sobre todo ¿Qué me aporta esta situación?. Poca gente (por no decir nadie) sería capaz de contestar algo positivo a estas dos preguntas... entonces no me queda más remedio que lanzar una tercera pregunta... ¿Y por qué me decanto por la opción del rencor? supongo que la respuesta a esta pregunta nos lleva al mismo punto de partida, es una cuestión de orgullo o dignidad, o como hayamos preferido llamarlo, pero todos sabemos de qué se trata.
Sólo me gustaría que hiciésemos una reflexión al respecto, que por defecto profesional la basaré en una pregunta ¿qué gano siendo tan orgulloso? quizás que me respeten, o que me tengan en consideración, incluso que la gente pueda llegar a tener miedo a mis reacciones debido a mi carácter altivo... puede ser...
Pero la siguiente pregunta seguramente no nos la hayamos planteado nunca... ¿Y qué pierdo siendo tan orgulloso? A simple vista nos cuesta ver las cosas que hemos podido llegar a perder a lo largo de toda nuestra vida, pero si nos sentamos delante de un papel en blanco con un bolígrafo en la mano, puede que lleguemos a una conclusión que no nos guste. Si lo pensamos bien, por nuestro orgullo hemos perdido amistades, oportunidades de pasarlo bien y disfrutar, incluso puede que alguna pareja, quizás nuestra relación con algún familiar se ha visto perjudicada por esto mismo... y mi pregunta final es... ¿Merece la pena?
Sentémonos, reflexionemos y saquemos conclusiones, espero que aprendamos a vivir sin tanto rencor.
¿Y cómo podríamos definir el rencor? Es un profundo resentimiento que se incuba como una enfermedad. el rencoroso se aferra a ese sentimiento de manera obstinada y obsesiva, lo cual puede llegar a provocar debilidad en su salud mental. Según el diccionario, es un sentimiento arraigado y persistente. Y en términos más coloquiales, yo lo definiría como esa mala sensación que sentimos al hablar de algo o de alguien que en el pasado nos pudo causar algún daño.
Hace poco, en un curso sobre actitud, explicaba a los asistentes que la actitud tiene tres componentes: el cognoscitivo, que nos permite conocer un objeto social, el emotivo, que nos hace sentir algo hacia ese objeto social y el conductual, que es el que hace que nos comportemos de una u otra manera ante el mismo.
Basándonos en esta teoría, personalmente considero que el rencor puede resultar bastante absurdo. Y para llegar a esta conclusión sólo hay que hacerse unas preguntas que nos pueden servir para esta y otras situaciones:
¿Cómo me hace sentir? y sobre todo ¿Qué me aporta esta situación?. Poca gente (por no decir nadie) sería capaz de contestar algo positivo a estas dos preguntas... entonces no me queda más remedio que lanzar una tercera pregunta... ¿Y por qué me decanto por la opción del rencor? supongo que la respuesta a esta pregunta nos lleva al mismo punto de partida, es una cuestión de orgullo o dignidad, o como hayamos preferido llamarlo, pero todos sabemos de qué se trata.
Sólo me gustaría que hiciésemos una reflexión al respecto, que por defecto profesional la basaré en una pregunta ¿qué gano siendo tan orgulloso? quizás que me respeten, o que me tengan en consideración, incluso que la gente pueda llegar a tener miedo a mis reacciones debido a mi carácter altivo... puede ser...
Pero la siguiente pregunta seguramente no nos la hayamos planteado nunca... ¿Y qué pierdo siendo tan orgulloso? A simple vista nos cuesta ver las cosas que hemos podido llegar a perder a lo largo de toda nuestra vida, pero si nos sentamos delante de un papel en blanco con un bolígrafo en la mano, puede que lleguemos a una conclusión que no nos guste. Si lo pensamos bien, por nuestro orgullo hemos perdido amistades, oportunidades de pasarlo bien y disfrutar, incluso puede que alguna pareja, quizás nuestra relación con algún familiar se ha visto perjudicada por esto mismo... y mi pregunta final es... ¿Merece la pena?
Sentémonos, reflexionemos y saquemos conclusiones, espero que aprendamos a vivir sin tanto rencor.
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